Soy Estefanía Hernández y como deportista, he vivido la cara más dulce y la más amarga del deporte. He viajado alrededor del mundo con el objetivo de cumplir sueños, metas e intentando superarme cada día con la ilusión de un final incierto.
Lo menos importante, las medallas, de diferentes colores en Campeonatos del Mundo, de Europa, Universiadas o Copas del Mediterráneo. Son ellas las “responsables” del éxito o del fracaso para muchos ojos ajenos. Lo realmente vital son las emociones, los momentos o la formación como persona.
Las secuelas físicas, seis operaciones, cuatro de una rodilla y dos de un tobillo, además de algún hueso roto. Superación, aceptación, aprendizaje, resiliencia, adaptación, vuelta empezar…Todo momento difícil te ayuda a crecer y nos proporciona una mayor fortaleza.
El momento más duro, la retirada. Un túnel sin salida lleno de miedos y con una pérdida absoluta del control de tu propia vida. Un proceso largo, lleno de pánico, en el que debes de dejar que las ilusiones y la plenitud te abandonen.
Años después, por fin, no existe el vacío. “La Mochila del Deporte” me ha colmado, desde el primer día, de esperanza, de seguridad, de confianza, de pasión, de felicidad. Un enorme trabajo detrás de un gran club con unas compañeras inmejorables. Todas ellas forman un gran equipo, una gran familia, un apoyo emocional que nos ayuda a conseguir el bienestar físico y mental.
El combustible “La Mochila del Deporte” es la actitud positiva, el compromiso, el entusiasmo, la confianza y el amor por lo que hacemos. Al menos, eso es lo que nos trasladan cada día nuestras entrenadoras, las hermanas González, Yolanda y Madó , y con un reconocimiento y cariño especial a Elena.
Personalmente, estoy muy agradecida a todas ellas por esta nueva oportunidad, por esta nueva “segunda vida” y por poder estar compartiéndola en la mejor compañía posible. Eternamente agradecida.